La portada de la economía, que refleja la situación económica mundial actual, ha capturado esta semana de manera precisa: «Faltan solo mil 361 días». La imagen retratada es la de un águila estadounidense herida, vendada y con plumas desordenadas, simbolizando el estado frágil de la nación. Esta semana, se cumplen los primeros 100 días del régimen de Trump, un periodo significativo que, para muchos aquí y en el resto del mundo, representa solo el comienzo de un camino que podría extenderse por una eternidad.
En este tiempo, hemos sido testigos de un espectáculo político que ha resultado ser extremadamente cruel para los inmigrantes. Las acciones del gobierno han incluido la deportación de niños ciudadanos estadounidenses, incluso de aquellos de tan solo dos años. Además, ha habido ataques continuos contra los medios de comunicación, universidades, escuelas, empleados públicos, artistas, instituciones culturales, la ciencia, el medio ambiente, y funcionarios que se atreven a criticar al régimen. Este enfoque ha llevado a una crisis constitucional y ha coqueteado con el riesgo de una crisis económica, mientras se desmantelaba el delicado sistema económico y político internacional que había sido establecido por Washington. No hay precedente en la historia moderna del país que se asemeje a lo que estamos viviendo actualmente.
En los días recientes, el columnista conservador David Brooks, del New York Times, ha señalado lo que él llama «un levantamiento cívico» contra Trump. Por otro lado, analistas y figuras políticas de izquierda, como Bernie, han condenado la entrega del poder a una oligarquía que se encuentra en ascenso. Esta dinámica presenta un retrato complejo de la política contemporánea.
El ritmo frenético y el tono histérico del gobierno de Trump han establecido que toda persona que se atreva a oponerse a sus enemigos proclamados —esos no estadounidenses y una parte del espectro de la extrema izquierda— enfrenta severas consecuencias. Este fenómeno se debe en gran parte a dos realidades que están definiendo el futuro de este país.
En primer lugar, Estados Unidos se está volviendo progresivamente menos anglosajón con cada día que pasa, alejándose de su identidad tradicional de hombre blanco y protestante. Se proyecta que para el año 2050, la población blanca será una minoría en un país en el que las minorías serán la norma, aunque seguirán siendo el grupo más grande. La población del país no podrá crecer sin la inmigración; en la actualidad, los inmigrantes y sus descendientes representan el 26 por ciento de la población nacional, y se estima que llegarán a ser el 34 por ciento para el año 2050, según el Centro de Investigación Pew. Esta transformación en la demografía del país refleja, al menos en parte, la motivación racista que impulsa la intención de expulsar a la mayor cantidad posible de inmigrantes no blancos, reafirmándose en el único programa que Trump ha promovido, dirigido exclusivamente a agricultores blancos en Sudáfrica, quienes, según él, están siendo abusados por un gobierno de mayoría negra.
En segundo lugar, Estados Unidos se encuentra en un periodo de declive imperialista. El economista francés Thomas Piketty ha resumido esta realidad de manera sencilla: «La realidad es que Estados Unidos está perdiendo el control del mundo». El país está ahora bajo el mando de un «líder inestable e impredecible», quien no es más que un líder colonial frustrado. Esta situación plantea serias preguntas sobre la sostenibilidad del poder de Estados Unidos en el ámbito global https://www.jornada.com.mx/2025/04/21/economia/016n2eco.
Al reflexionar sobre estos 100 días, es evidente que el presidente, quien se ha autoproclamado poseedor de un «mandato» abrumador (a pesar de haber capturado solo un tercio del total de votantes), enfrenta una dura realidad. De acuerdo con una encuesta de ABC News/Washington Post, su índice de aprobación es solamente del 39 por ciento, la cifra más baja para un presidente en sus primeros 100 días desde hace 80 años.
Un 66 por ciento de los encuestados por el New York Times califican su gobierno de «caótico»; además, un 59 por ciento lo considera «desafortunado». Con este panorama, será crucial observar cómo se desarrollarán las manifestaciones de descontento y descontento creciente a lo largo del país a medida que avancemos en los próximos 100 días, lo que podría transformar esta incertidumbre en un cambio significativo.



