El presidente chino, Xi Jinping, a menudo se toma el tiempo para recordar a los líderes mundiales que lo visitan que la historia de su país está marcada por un largo periodo de predominio económico y cultural, ya que, según él, China ha sido el centro de estas dinámicas durante 18 de los últimos 20 siglos. Esta afirmación fue objeto de verificación por parte de la ex canciller alemana, Angela Merkel, quien preguntó a su asesor, Lars-Hendrik Röller, que corroborara la validez de tales declaraciones. Röller, en su biografía, indica que «confirmó la versión de Xi».
Continuando con este hilo, Merkel argumenta que para China, el ascenso a un poder mundial no es más que un retorno a la normalidad histórica. El autor Lucian Pye describe a China como «una civilización que finge ser una nación», lo cual invita a reflexionar sobre el papel que juega este país en un mundo que se muestra cada vez más complejo, especialmente desde la perspectiva europea, que a pesar de sus desafíos y declives, sigue ocupando un lugar central en el mapa mundial.
Que China esté en camino de consolidarse nuevamente como un poder mundial es una narrativa conocida, sin embargo, que Estados Unidos, bajo la administración de Trump, extendiera la alfombra roja a esta realidad es algo que no se podía prever. En la actualidad, Estados Unidos ejerce un control sobre el 15% del comercio mundial, lo que ciertamente le proporciona una influencia significativa en los asuntos globales, pero aún así, la mayoría de los países mantienen posturas favorables hacia China. En este contexto, se vuelve irrelevante el estatus de tu enemigo cuando este se encuentra en problemas.
Históricamente, el gigante asiático fue percibido como una nación que se enfocaba en copiar productos a precios y calidades más bajos. Sin embargo, hoy en día, China se ha transformado en un líder mundial en la producción de materias primas esenciales para la economía global. Por ejemplo, sus cifras actuales la posicionan como el principal productor de acero, cemento y electricidad, superando notablemente a Estados Unidos en estas áreas. En 2024, se estima que producirá 1.19 toneladas de acero, 9,456 millones de toneladas de cemento y 2,100 teravatios/hora de electricidad, frente a las cifras americanas de 71 millones, 4,520 millones y 91 teravatios/hora, respectivamente.
Pero el progreso de China no se detiene allí. Recientemente, el país sorprendió al mundo al lanzar su propio chat de inteligencia basado en Open-Depseek, lo que subraya su posición como líder mundial en el ámbito científico y técnico. El columnista de New York Times, Thomas L. Friedman, visitó recientemente las instalaciones de Huawei en Shanghai y escribió sobre su experiencia en un artículo titulado «Solo vi el futuro. No estaba en Estados Unidos». Este comentario resuena especialmente dada la situación que enfrentó Huawei en 2019, cuando las sanciones impuestas por Estados Unidos llevaron a restricciones severas en su acceso a componentes clave. En otros contextos, tal situación podría haber llevado a su colapso, pero la respuesta de la compañía es un testimonio de la resiliencia y creatividad de China, que, con el respaldo activo del estado, ha logrado establecer un campus de investigación de inmensas dimensiones en Lianqiu Lake, albergando a 35 mil investigadores e ingenieros en un sistema integrado de más de 104 edificios.
Huawei ha evolucionado para convertirse en algo que trasciende la mera producción de teléfonos móviles. La empresa está unida a varios sectores de vanguardia, desde inteligencia artificial hasta movilidad eléctrica y minería automatizada. De hecho, en 2024, Huawei logró instalar 100,000 cargadores rápidos para vehículos eléctricos, un paso significativo hacia la sostenibilidad. En contraste, las iniciativas para crear una red de estaciones de carga en Estados Unidos resultaron en tan solo 214 cargadores operativos a partir de noviembre de 2024, pese a la asignación de $7,500 millones por parte del Congreso en 2021.
Todo este avance tecnológico no solo se basa en una destacada capacidad de fabricación, sino que también es el fruto de decisiones estratégicas a largo plazo. La primera de estas decisiones ha sido asegurar recursos fundamentales para su economía desde la década de 2000, incluyendo materiales críticos como tierras raras, cobalto y litio.
La segunda ha estado enfocada en la inversión en investigación a gran escala, lo cual se refleja en el presupuesto dedicado a la educación superior, especialmente en áreas STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas), aumentado significativamente en la última década. Aunque se puede discutir la efectividad y calidad de esta iniciativa, el resultado ha sido una notable acumulación de talento, con más de 60 millones de profesionales altamente capacitados en el país. De hecho, se estima que uno de cada dos investigadores en el campo de la inteligencia artificial a nivel mundial proviene de instituciones chinas. Un dato que resalta esta tendencia es que en 2014, solamente ocho universidades chinas figuraban entre las 100 mejores del índice global de Nature, pero diez años después, este número ascendería a 42, comparándose con 36 universidades de Estados Unidos. Este crecimiento revela una trayectoria que parece seguir en ascenso, especialmente con el contexto actual donde ciertos actores, como Trump, han mostrado una imagen de reticencia hacia la academia y la inteligencia.
Un empresario estadounidense, hablando con Friedman en Beijing, resumió esta transformación al señalar: «Hubo un momento en que la gente venía a Estados Unidos para ver el futuro; ahora vienen aquí». Debido a esta dinámica, es esencial no perder de vista a China. En este contexto, Pedro Sánchez, quien posee una notable capacidad para reconocer oportunidades, se reunió con Xi Jinping cuando el presidente chino respondió a los recientes desafíos impuestos por Trump el 11 de abril. Las reacciones de Beijing se reflejaron en imágenes destacadas en el medio global, donde se mostró la interacción entre Xi y Sánchez.
A nivel internacional, no hubo protestas significativas en Bruselas con respecto a estas visitas, que se han visto acompañadas también por la llegada de la italiana Giorgia Meloni en Washington. En este sentido, Europa se encuentra en una encrucijada, intentando negociar con la administración de Trump, mientras al mismo tiempo engranan su estrategia con China para junio. A pesar de los riesgos de perder autonomía, el camino parece inevitable tanto para Europa como para América Latina, siendo prudente tomar medidas que eviten que la disminución del apoyo estadounidense dé paso a un dominio chino absoluto.



