El problemático dilema que enfrentamos en la sociedad contemporánea no radica en la desobediencia civil, sino en la obediencia ciega y acrítica de millones de personas. Ese es nuestro auténtico desafío. La verdadera cuestión es, ¿cuántas vidas se han perdido debido a la obediencia incondicional a líderes que promueven guerras a través de sus discursos y poemas? Millones de seres humanos han fallecido a lo largo de la historia como resultado de esta obediencia. La preocupación radica en cómo los individuos, en lugar de cuestionar el orden establecido, siguen las instrucciones del mundo, perpetuando así la pobreza, el hambre, la ignorancia y la brutalidad. Este es un fenómeno que ocurre en diversas naciones, incluidas aquellas con un legado de autoritarismo, como Alemania. [https://www.youtube.com/watch?v=A1b863o_Lp8].
En el contexto actual de Estados Unidos, donde el intento por instaurar el derecho y el orden es evidente, cada día surgen nuevas manifestaciones de desobediencia y disidencia. La reciente segunda ola de protestas, con cientos de movilizaciones y marchas, es un claro indicador de esta insatisfacción. Estas expresiones de resistencia se vieron reflejadas después del 5 de abril, con más de 1,200 acciones en todos los estados del país. Muchos de los participantes llevaban pancartas, mantas y consignas que exigían la detención de los ataques contra los inmigrantes y la salvaguarda de la democracia estadounidense ante las amenazas autoritarias lideradas por Trump. Por ejemplo, en Boston se recordó el mensaje histórico de resistencia, evocando la lucha de hace 250 años contra la opresión británica, utilizando la misma antigua iglesia que se iluminó entonces para significar la llegada de las fuerzas de la opresión.
Simultáneamente, la cruzada contra la oligarquía liderada por Bernie Sanders y sus aliados sigue dando frutos, sorprendiendo incluso a los organizadores sobre la magnitud de la respuesta popular. En lugares considerados bastiones del Partido Republicano, las movilizaciones han atraído a multitudinarias congregaciones, como los 12,000 asistentes en una ciudad de Idaho que muchos consideraron la mayor manifestación política en la historia del estado. En el condado de Folsom, California, aproximadamente 30,000 personas acudieron a la llamada, en un área con una población de 85,000.
Además, la respuesta del Secretario de Educación de Los Ángeles, Alberto Carvalho, se ha destacado; él ha afirmado que defenderá a los estudiantes indocumentados hasta el final, recordando su propia historia como un indocumentado que llegó a la ciudad en busca de un hogar. En esta línea, la alcaldesa Michelle Wu ha insistido en que el presupuesto debe ser inclusivo para todos, reafirmando así el compromiso hacia la comunidad inmigrante y la resistencia contra la criminalización de la migración.
Por otro lado, la administración de Trump ha focalizado sus esfuerzos en atacar las universidades más reconocidas, amenazando con retirar fondos federales si no cumplen con sus condiciones, las cuales incluyen la eliminación de ciertos programas académicos. Mientras varias instituciones como Columbia, Yale y Brown están en negociaciones, Harvard se ha opuesto firmemente a ser sometida a estas condiciones. En un acto de solidaridad, los Warriors, el famoso equipo de baloncesto, mostraron una camiseta de Harvard en una conferencia de prensa, abogando por la libertad académica y apoyando la resistencia de la universidad contra estas presiones.
La resistencia contra la legislación actual y sus promotores también es compartida por diversos sectores, incluidos inmigrantes, sindicatos, defensores de los derechos civiles, comediantes y artistas que llevan a cabo actos de desobediencia tanto grandes como pequeños. Todos estos actos de resistencia son destellos de esperanza en lo que podría considerarse la etapa más oscura de la política contemporánea en Estados Unidos.
Es aquí donde resuena la voz de Tracy Chapman, quien invoca la revolución y el cambio social.



