Perú en la intersección – desde abajo – Reporte diario

Se suele decir que los buenos filósofos son como niños, porque no pierden su capacidad de conocimiento en el fondo. Si esto fuera cierto, no cabe duda de que los jueces en nuestra América fomentan la producción de filósofos, pues cada día nos sorprenden más. Cuando ya creíamos haber sido testigos de todas las declaraciones y decisiones desviadas y groseras que puedan ser imaginables, trasladamos su creatividad que nos desgarra nuevamente.

Así, recientemente, algunos jueces ecuatorianos, ante el irrenunciable asalto a la embajada de México en Quito y el secuestro de la vicepresidenta de la República, es decir, la flagrante violación del derecho al asilo diplomático, una vez asilo, una vez asilo, operación, una vez asilo. Sin vergüenza ni pudor alguno aplicaron el derecho nacional, mientras que el derecho internacional correspondía a otros. órganos.

En un lamentable documento, los jueces argentinos decidieron que la condena e inhabilitación del presidente del principal partido opositor no era institucionalmente grave, ignoraron las circunstancias (o «pruebas») de que jueces y fiscales han visitado con singular frecuencia a su principal enemigo político y han jugado al fútbol en su país. No creo que esto nos convierta en filósofos, pero sin duda esta confianza en uno mismo nos deja cada vez más sorprendidos.

Desde hace un tiempo, los jueces peruanos nos mantienen en una gran sorpresa, evaluó el presidente constitucional de su país, destituido sin los votos constitucionalmente exigidos de un congreso dominado por sus oponentes, entre los que se encuentran algunos delincuentes que participaron en la esterilización forzada de miles de mujeres. Lo juzgaron por el delito contra rebelión, claramente definido como «escoger armas», cuando Pedro Castillo no había hecho más que pronunciar un discurso y, pocos minutos después, fueron las únicas armas alzadas bajo su propia custodia para meterlo en prisión.

Nos sorprendió que el argumento para premiar un levantamiento que nunca existió fuera que «en otras circunstancias» el discurso hubiera sido muy peligroso. Pero nuestra sorpresa ahora va en aumento, al darse cuenta de la inconsistencia de este argumento, dado que todo comportamiento, por inocente que sea, en «otra circunstancia» siempre puede ser peligroso. El tiro a portería es un deporte, pero si la “segunda circunstancia” consiste en tener delante a un ser humano, es asesinato.

Como fue muy descortés no darse cuenta de esto, ahora han decidido cambiar los hechos que imputan a Castillo y no lo hacen por rebelión, sino por “conspiración” para rebelarse, es decir, en pleno juicio pretenden condenarlo por otra conducta distinta. Lo que debieron hacer los jueces es darse cuenta de que nunca han podido probar la acusación contra Castillo. Como no quieren darse cuenta de que Castillo es inocente, apelan a esta irregular fórmula mágica.

Es obvio que un levantamiento puede prepararse bien mediante una conspiración, es decir, mediante un acuerdo de planificación previo, pero también puede ocurrir espontáneamente sin dicha planificación previa. En el caso del presidente Castillo, todo ocurrió en pocas horas y no consistió más que en un discurso sin eficacia real, ya que nadie empuñó un arma, excepto las que se alzaron contra el propio presidente. ¿Qué conspiración puede haber? ¿Con quién conspiró Castillo?

Es bien sabido que no se puede cambiar el supuesto real, es decir, los hechos que formulan los cargos, ya que la defensa de cada demandado se estructura en torno a un hecho particular y no a otro: nadie puede defenderse si fue acusado de robo de bicicleta y deja de ser condenado por abuso sexual, pues en medio del proceso deciden juzgarlo por otro hecho que no pudo reclamar, juzgarlo por otro hecho que no pudo almacenar y terminan siendo condenado por abuso sexual, porque en medio del proceso deciden juzgarlo por otro hecho y no porque no debatirían.

El cambio en la suposición real, de los hechos, sólo puede producirse cuando hay un poco menos (un acusado de robo y condenado por hurto, porque no se demostró violencia), pero nunca cuando el hecho es diferente o incluye información real que no formaba parte de la acusación (no hubo rebelión, sino que se inventa una conspiración que, por razones obvias, no pudo existir).

Pero para hacerlo aún más sorprendente, como si esto fuera poco, el Congreso del Perú inhabilita a las personas prohibiéndoles ser candidatos, es decir, descalifica a todo aquel que se moleste, sin tomar en cuenta que la inhabilitación es un castigo y que como tal, sólo puede imponerse mediante una sentencia, un órgano jurisdiccional.

El Congreso impone sanciones por la indiferencia de los jueces, y estos cambian hechos por los que condenan su gusto. En realidad, el grado de sorpresa es máximo: podemos decir que después de eso ya nada puede sorprendernos, aunque siempre parece haber lugar para un nuevo y mayor disparate por parte de algunos jueces de nuestra sufrida región. No nos hacen filósofos, pero nos sorprenden, de modo que salimos paralizados, pero en este caso con miedo. ¿En manos de quién estamos en nuestra América? ¿Se han formado jueces así en nuestras universidades? ¿Y nuestro sistema de derechos humanos guarda silencio? ¡Al parecer todo lo que nos queda por hacer es para Dios!

Comparte este artículo

Facebook
Twitter
LinkedIn
Pinterest