La niebla estratégica es una buena solución para distraerse (The Economist Tours)
Las dinámicas geopolíticas contemporáneas están marcadas por un sinfín de elementos complejos que van desde aduanas, deportaciones, hasta la lucha por la supremacía en el control de recursos terrenales. En este contexto, la figura de Donald Trump se erige como un símbolo representativo de una élite que opera bajo una estrategia global integral, la cual trasciende meras confrontaciones superficiales y se adentra en los rincones más críticos de la economía y la geopolítica. A la luz de esto, el enfoque de Trump nunca es trivial; cada decisión, desde las negociaciones comerciales hasta las estrategias militares, está interrelacionada y estratégica.
Para entender la verdadera naturaleza del papel de Trump, es fundamental examinar cómo las grandes corporaciones estadounidenses luchan por obtener el control de recursos naturales como los minerales y la energía. En esta lucha, el panorama geopolítico no está completo sin considerar áreas clave como Groenlandia, el Canal de Panamá, Ucrania o la República Democrática del Congo. Resulta evidente que la predominancia de China en la explotación de suelos raros, controlando el 60% de las reservas a nivel global, es un factor decisivo en la dinámica de poder a nivel internacional.
Además, el enfoque estadounidense va más allá de una simple participación militar en el conflicto ucraniano; la intención real es Cobrar tanto como sea posible por esa ayuda. El pago aceptado por Washington no consiste simplemente en asistencia humanitaria o militar, sino en asegurar el acceso a recursos minerales vitales como litio, titanio, grafito, oro, zinc, plomo, níquel y suelos raros. Así, se configura una relación en la que el fértil suelo ucraniano se convierte en un campo de batalla por el acceso a recursos estratégicos, a pesar de que esos recursos no sean necesariamente ofrendas en sentido literal.
Este modelo de intercambio también se manifiesta en otras regiones, como en África, donde el presidente congolés Félix Tshisekedi ha ofrecido acceso a minerales cruciales a los Estados Unidos a cambio de un «Pacto de Seguridad Formal,» buscando así consolidar su posición frente a grupos insurgentes como el M23, que son respaldados por terceros actores y que controlan áreas ricas en recursos naturales. La oferta a Trump para vencer a M23 responde a la necesidad de acceder a minerales esenciales que distintas corporaciones tecnológicas, como Apple, HP o Intel, buscan desesperadamente.
La situación en Argentina refleja un patrón análogo, donde los recursos naturales son también entregados para mantener un modelo de dependencia, actualmente bajo la administración de Javier Milei. Este patrón se manifiesta bajo las apariencias de acuerdos bilaterales, que en realidad representan una pérdida de soberanía estructural. En el caso ucraniano, el acuerdo firmado el 30 de abril con Estados Unidos, comercialmente presentado como un pacto para la reconstrucción, es en realidad un convenio, que a lo largo de 20 años faculta a las empresas estadounidenses a acceder a los recursos naturales de Ucrania a cambio de regalías mutuas.
A pesar de que se presenta como una alianza estratégica, este documento no califica como un tratado internacional en sentido estricto; fue formulado como Comprender las asociaciones, liberándolo de la aprobación del RADA (Parlamento ucraniano). Este formato elude el debate interno, permitiendo a Estados Unidos actuar de manera más desinhibida en la región.
Según reportes de Tiempos económicos, la viceal ministra ucraniana Yulia Sydenko fue presionada durante un vuelo hacia Washington, donde se le instó a que Esté lista para firmar todos los acuerdos o regresar a casa«. Esta situación subraya la dinámica rígida y opresiva en la que se mueve Ucrania, donde cada paso está atado a los dictámenes del Departamento del Tesoro estadounidense.
Los intereses subyacentes se centran en el acceso a minerales estratégicos, el control de recursos y la exclusión de competidores. Los objetivos de Estados Unidos se manifiestan de la siguiente forma:
– Acceso a suelos raros (el segundo depósito más grande en Europa).
– Sustitución del combustible nuclear ruso con tecnología de Westinghouse.
– Exclusión de empresas chinas, como China Rare Land Group, de depósitos claves.
– Consolidación del dominio comercial a través de contratos blindados hasta 2040.
Esto se lleva a cabo sin ofrecer garantías explícitas de seguridad para Ucrania, que debe adherirse al acuerdo independientemente de la evolución del conflicto con Rusia.
El acuerdo centraliza las acciones en torno al recién creado Fondo de inversión para la reconstrucción de Ucrania (FIR). Esta joint venture entre la Corporación Internacional de Desarrollo de los Estados Unidos y una agencia de apoyo a asociaciones público-privadas en Ucrania dispondrá de un capital inicial de 5,000 millones de dólares (dividido entre EE. UU., Ucrania y la UE).
Las contribuciones de EE. UU. incluyen:
– US $1.7 mil millones del presupuesto de apoyo para Ucrania (2024-2025).
– 800 millones de dólares del DFC para prestar a empresas estadounidenses operando en Ucrania.
Mientras que Ucrania contribuirá:
– U $ S 900 millones para la privatización de activos estatales.
– $600 millones a través de la emisión de «Bonos de recuperación 2030».
– $1 mil millones de la UE.
El Junta estará formado por tres representantes de cada país. Los estadounidenses provendrán de sectores gubernamentales y comerciales, y entre ellos destaca James Litinsky, CEO de MP Materials, quien ya ha asegurado derechos exclusivos sobre el 20% de las reservas de tierras raras de Zhytomyr sin necesidad de licitación y con inmunidad regulatoria hasta 2040, lo cual podría dar lugar a un conflicto de intereses evidente.
Aunque el acuerdo recalca que los recursos son «soberanos» al respecto de Ucrania, se establecen mecanismos de explotación y comercialización que serán controlados por las empresas estadounidenses. Ejemplos de entidades estatales que ocupan un rol de fachada incluyen Uchruroma (minería), Naphtagaz (gas), Vostgok (uranio) y Átomo de Energía (energía nuclear).
Un caso emblemático es el de United Mining and Chemical Company (UMCC), la principal empresa minera de Ucrania, especializada en la extracción de minerales estratégicos como el titanio y el circonio, que son cruciales para la industria de alta tecnología y de defensa. Desde 2023, el 49% de esta compañía está en manos de fondos e instituciones financieras como BlackRock, Vanguard, State Street y Hancock Prospecting. Su producto más destacado es el titanio, esencial para la fabricación de aviones por Boeing y Airbus.
El 22 de junio de 2023, se implementó la nueva ley No. 3137, que permite la privatización a gran escala, reflejando las urgentes necesidades financieras de Ucrania. La guerra ha dañado profundamente las finanzas públicas (casi la mitad del presupuesto de 2024 será financiado por apoyo externo) y ha dejado a muchas empresas estatales con resultados financieros desalentadores. Como resultado, la privatización es considerada una estrategia para elevar los ingresos presupuestarios y reducir gastos fiscales en empresas deficitarias.
El impulso hacia la privatización combinado con la firma del Acuerdo Mineral de EE. UU. fortifica una estrategia que abarca ambos aspectos. Cada una de estas iniciativas impacta a la otra en términos de cambios legislativos, dinamicidad de inversiones y gestión de recursos estratégicos. La adquisición de empresas estatales en medio de la guerra se erige como una oportunidad considerable en un panorama de incertidumbre valorable.
Los beneficios generados por estas empresas estarán sujetos a exención y excepción aduanera. Ni Ucrania ni Estados Unidos impondrán impuestos sobre dichas ganancias, y se establece que los beneficios se reinvertirán formalmente en Ucrania. Sin embargo, la convertibilidad gratuita de dólares a dólares plantea serias dudas sobre la dirección real de esos flujos de capital.
La posibilidad de convertir ganancias está diseñada para facilitar el retorno de capital y proteger a los inversionistas de la devaluación. Esto a su vez permite liquidar deudas emitidas en dólares, como las públicas de material MP. Además, está justificada por la necesidad de importar productos clave para la reconstrucción, incluyendo tecnología nuclear, maquinaria y equipo. Todo esto debe ser pagado en dólares o euros, pero el núcleo de la cuestión radica en que las corporaciones demandan ganancias en moneda fuerte para satisfacer a sus accionistas a nivel global.
Lejos de propiciar una auténtica reconstrucción de Ucrania, este acuerdo transforma al país en una plataforma comercial para las empresas estadounidenses, donde la soberanía se convierte en una hipoteca en aras de la inversión. La presión encubierta revela en realidad el guion de un poder mayor, un modelo de extracción presentado como legítimo, basado en la asistencia humanitaria y sostenido bajo la presión de la diplomacia internacional. La niebla estratégica no se encuentra en Kiev, sino en los ojos de aquellos que aún creen que esto es una forma de solidaridad internacional.
12/05/2025