El director del gobierno de Antioquia, Eugenio Soto, se ha encargado de explicar en detalle lo que implica la autonomía fiscal. Recientemente, el registro ha confirmado que el referéndum está generando cambios en la distribución de los ingresos estatales y que los tributos sobre el patrimonio han superado el umbral de firmas necesarias. Ahora, queda a la consideración tanto del Congreso como del Tribunal Constitucional verificar la viabilidad de la propuesta antes de que pueda llevarse a cabo una posible votación popular.
Jesús Antonio Rojas Serrano
Desde Antioquia, el país está discutiendo la relevancia de que las regiones consigan su autonomía fiscal. ¿En qué consiste esta propuesta?
La autonomía territorial se define dentro del marco de la Constitución de 1991. En su primer artículo, establece que Colombia es una nación social organizada de manera unitaria, que promueve la descentralización y la autonomía de las entidades territoriales. La Constitución también establece que los impuestos son la base del financiamiento de la nación, los departamentos y los municipios. En esta línea de pensamiento, se menciona el desbalance que existe en la recolección fiscal. Por ejemplo, la recaudación de impuestos a nivel nacional, a través de mecanismos como el IVA y los arrendamientos, representa el 85% del total; mientras que los distritos y municipios apenas recaudan el 11% mediante impuestos sobre la industria, el comercio y la propiedad. Por su parte, los departamentos apenas logran un 4% mediante impuestos sobre licores y otras contribuciones. Para dar contexto, la recolección de impuestos de la Nación representa un 17% del Producto Interno Bruto (PIB), mientras que las ciudades, incluida NEIV, solo aportan un 2.4% y los departamentos un 0.7%, lo que significa que conjuntamente las regiones solo contribuyen con un 3% del PIB nacional. Este escenario evidenció un modelo de concentración excesiva en Colombia, que priva a las regiones de una capacidad fiscal adecuada.
¿Qué aspectos específicos se recaudan?
Lo que recaudamos incluye el impuesto a la renta que debería quedar en las regiones para su redistribución entre departamentos, distritos y municipios. No estamos afirmando que Antioquia desea convertirse en un ente federal, así como tampoco que Huila o Cundinamarca busquen lo mismo. Sostenemos que queremos permanecer dentro de un estado unitario, bajo principios de consentimiento, complementariedad, subsidiariedad y asegurando un equilibrio fiscal. Sin un equilibrio fiscal, la descentralización se convierte en una utopía, ya que la descentralización política y administrativa que ahora tenemos no facultan a alcaldes y gobernadores para ejercer eficientemente sus poderes y responsabilidades.
¿Cuáles son las demandas de los alcaldes y gobernadores en términos de recursos?
Exigimos que se nos otorguen recursos y, a su vez, estaríamos dispuestos a asumir el sistema general de participación con nuevos criterios de distribución, centrados en el desarrollo ambiental, la nacionalidad y el progreso económico. Observamos que muchos municipios están atrapados en un centralismo que perpetúa la exclusión y la violencia. Y quiero recalcar que no solo nos referimos al centralismo del gobierno nacional, sino también al que se origina en las grandes ciudades en su relación con las subregiones. Es esencial reformar el modelo de desarrollo para incrementar el capital, la inclusión y mejorar los indicadores de educación, salud e infraestructura en los territorios. Jesús Antonio, debo decir con respeto y claridad que el gobierno nacional necesita revisar sus procesos burocráticos; esta burocracia centralizada afecta tanto a los departamentos como a los municipios.
¿Por qué funcionaría la autonomía fiscal en localidades como Neiva, Garzón, Palermo, Aipe o Algale?
Para brindar a los ciudadanos de Huila más oportunidades de acceder a recursos para el desarrollo rural, mejorar el acceso a la educación, y permitir que el gobierno y la administración pública tengan la autonomía para definir sus territorios. Este debate no es exclusivo del gobierno actual; es un debate histórico que ha tomado una gran relevancia en nuestra sociedad. Si no tomamos decisiones al respecto, corremos el riesgo de que en cien años más, muchos de nuestros municipios continúen atrapados en un ciclo de pobreza, exclusión, y violencia. Lo que buscamos es abrir nuevas posibilidades, ofreciendo mejores vías terciarias, servicios públicos adecuados y viviendas dignas.
Quiero cambiar de tema, dado que fue director del área metropolitana del Valle de Aburá. Se planteó crear una estructura que represente adecuadamente la región metropolitana.
Desde Antioquia, hemos estado trabajando en un proceso de autonomía fiscal y financiera junto a asociados territoriales. Se han creado 16 redes territoriales, 6 provincias administrativas y planificadas, además de 3 nuevas áreas metropolitanas. La asociación territorial es fundamental para lograr esta autonomía, ya que permite a los alcaldes sentarse en una misma mesa, abordando agendas comunes para resolver problemas compartidos. La sinergia es clave; necesitamos articular esfuerzos y establecer reglas claras. La noción de autonomía territorial a menudo provoca temor en algunas regiones, ya que muchos piensan que los municipios más grandes absorben a los más pequeños, pero eso no es cierto. En el área metropolitana del Valle de Aburá, Medellín no ha absorbido a los otros municipios; se ha llevado a cabo un desarrollo integrado que ha permitido mejorar la infraestructura, la seguridad, la movilidad y la sostenibilidad ambiental.
En su experiencia en Antioquia, particularmente en relación con el contexto de las FARC y el secuestro, ¿cuál es su perspectiva sobre la situación de seguridad en regiones como Huila?
Con todo respeto, la estrategia de «paz total» ha mostrado falencias, permitiendo el fortalecimiento de algunos grupos armados al margen de la ley. Creemos que la paz requiere de seguridad y justicia. En Antioquia, abogamos por una paz territorial. Continuamos respaldando modelos como los programas de desarrollo con enfoque territorial (PDET) y Zomac. Recordando una frase de Guillermo Gaviria y Gilberto Echeverry, la paz es un camino incierto que requiere de una travesía conjunta, donde se necesita tomar de la mano y garantizar que el crimen no regrese. Este equilibrio es sumamente esencial.