Ecuador ha llevado a cabo recientemente dos actividades significativas en el ámbito de la deuda pública, enfocándose en la preservación de su diversidad biológica. Sin embargo, diversas organizaciones locales critican que los mecanismos y procesos empleados para implementar estas acciones no son realmente efectivos.
La iniciativa incluye el mejoramiento de la gestión de 4,6 millones de hectáreas de la selva amazónica protegida, la preservación de 1.8 millones de hectáreas adicionales de bosques y humedales, y el fortalecimiento de la protección de 18,000 kilómetros de ríos. Todo esto se hace a cambio de $ 1.5 mil millones en deuda pública, junto con un nuevo crédito y el compromiso de destinar $ 400 millones a un nuevo instrumento financiero conocido como el Amazon BioCredor Fund. Esta información forma parte de el último cambio en la deuda de la naturaleza, en el cual Ecuador ha colaborado junto al Banco Interamericano de Desarrollo, Bank of America, International Financial Corporation y la ONG The Nature Conservancy.
En teoría, esto parece un movimiento económico beneficioso tanto para el país como para la biodiversidad. La nueva biocorredor promete beneficiar a alrededor de un millón de personas, además de miles de especies de mamíferos, aves y peces que residen en una de las regiones más biodiversas del planeta. No obstante, varias organizaciones han expresado su descontento, argumentando que estas acciones se realizan sin la participación adecuada de las comunidades locales y nacionales, y que no logran generar un impacto real en la conservación o aliviar de manera significativa la problemática financiera que enfrenta el país.
Deuda de la naturaleza: el caso de Galápagos
La idea de la deuda por naturaleza fue introducida por primera vez en 1982 por Thomas Lovejoy, quien era vice presidente de WWF. Sin embargo, no ha sido hasta los últimos años que este tipo de iniciativas ha cobrado impulso como una herramienta financiera para mejorar la preservación de la biodiversidad en naciones con alta deuda. Aunque no existe una base de datos centralizada sobre todas las operaciones, un informe de Carbon Brief sugiere que se han firmado aproximadamente 150 proyectos de esto tipo alrededor del mundo, principalmente en América Latina y el Caribe, alcanzando un total de intercambios de deuda por valor de $ 2.4 mil millones.
Uno de estos operaciones previas no es la primera en la que Ecuador participa. En abril de 2023, el país firmó un acuerdo para intercambiar $ 1.630 millones por un nuevo préstamo de $ 656 millones, a cambio del compromiso de asignar alrededor de $ 450 millones para proyectos de conservación en las Islas Galápagos y la Reserva Marina de la Hermandad. Sin embargo, han pasado dos años desde que se firmó este acuerdo y, aunque se anunció como un intercambio significativo para la preservación de la biodiversidad, los resultados concretos aún no son evidentes.
De hecho, «no ha habido una exención significativa de la deuda pública, y los supuestos ahorros están siendo redirigidos a los pagos anuales para el nuevo Fondo de Conservación. Además, los recursos todavía no se han traducido en beneficios tangibles para las islas», expone Eva Martínez-Acosta, coordinadora del proyecto en el Centro de Derechos Económicos y Sociales (CDE), una organización ecuatoriana que defiende los derechos humanos y la justicia social y económica. En realidad, la primera convocatoria para subvenciones y la primera entrega de fondos no se han materializado hasta hace poco.
Además, un análisis realizado sobre el caso de Galápagos, que se detalla en un informe publicado el año pasado, concluyó que el acuerdo presentaba importantes fallas, tales como la falta de transparencia, la exclusión de las comunidades locales y el control externo. Estas debilidades se manifiestan nuevamente en el nuevo cambio de deuda por naturaleza firmado para el Amazonas.
“Tanto el gobierno como el Fondo Galápagos no han ofrecido suficiente información pública sobre los detalles financieros ni los efectos del acuerdo, lo que afecta su eficiencia real. Los términos se canalizan a través de empresas privadas y fideicomisos en el extranjero, alejados del escrutinio público. Además, muchas de las condiciones de la operación son confidenciales«, agrega Martínez-Acosta. En este contexto, el CDE y otras organizaciones han instado al Banco Interamericano de Desarrollo y al Gobierno de Ecuador a abordar esta falta de transparencia, al tiempo que el Ministerio del Medio Ambiente ha admitido que el Fondo de Galápagos debería publicar más información.
El informe también indica que el proceso de cambio de deuda fue diseñado sin la implicación adecuada de la población local que depende del territorio. Las decisiones acerca del Fondo de Vida de Galápagos son dominadas por organizaciones privadas extranjeras, dejando al gobierno y a los residentes de las islas en una posición de participación minoritaria. Esto sugiere que la estructura financiera es tan compleja que sus costos reales y riesgos no son claros.
“Las consecuencias de estas debilidades pueden ser graves tanto para las Galápagos como para el país en general. Las islas podrían no obtener los beneficios esperados de la conservación y el desarrollo sostenible, y Ecuador podría verse atado a un compromiso financiero complicado, con menos control sobre su patrimonio natural. Este modelo mal implementado podría socavar la confianza del público en las iniciativas de conservación, crucial para el futuro del país”, señala Martínez-Acosta.
Así mismo, la organización ecuatoriana ha manifestado su preocupación, indicando que, hasta ahora, el nuevo cambio de deuda de la naturaleza anunciado para el Amazonas presenta muchas similitudes con el caso de Galápagos. Los objetivos de conservación son ambiciosos y las cifras financieras son significativas, pero la falta de participación local, la opacidad y la introducción de estructuras financieras controladas por entidades privadas externas al país siguen estando presentes.
“A la luz de la situación en Ecuador, el intercambio de deuda por naturaleza, tal como se está implementando actualmente, difícilmente puede ser una herramienta efectiva para ayudar a aliviar el problema de endeudamiento de los países o para asegurar una protección real de la biodiversidad”, concluye Martínez-Acosta.
«Estas iniciativas, por atractivas que sean en sus planteamientos, representan soluciones parciales que dependen del sector privado o de acreedores externos específicos, en lugar de abordar las prioridades o responsabilidades directas del Estado. La protección efectiva de la biodiversidad y la sostenibilidad económica en los países requiere transformaciones profundas en los modelos económicos y financieros globales, además de instrumentos como los intercambios de deuda por naturaleza», concluye.



