En las aguas cálidas del Mar del Caribe Colombiano, una pequeña pero insidiosa amenaza se ha hecho evidente. Se trata de la microplastia, compuesta por fragmentos diminutos de plástico de menos de cinco milímetros. Estos microplásticos han surgido como una amenaza silenciosa hacia los ecosistemas marítimos, particularmente por su habilidad para integrarse en las cadenas alimenticias marinas, lo que plantea preocupaciones serias para la salud de la fauna marina y, por extensión, para la salud humana.
Recientemente, en la costa de la comuna Bañera en el Atlántico, se publicó un estudio científico crucial que documentó por primera vez la interacción directa entre estas pequeñas partículas contaminantes y el zooplancton, que es una comunidad esencial para el equilibrio ecológico en los océanos.
Primera evidencia científica
El estudio, en el que participaron los científicos Alex Paternin-Amos, Adrian Gracia y Nelson Rangel-Buitrago de la Universidad de Atlantic, investigó la concentración de microplastia (MPS) y su relación con organismos de zooplancton en las aguas superficiales de Puerto Sailro, un área costera con un destacado valor ecológico.
Microplásticos que llegan a las playas. Foto:Istock
A lo largo de hasta cuatro campañas de muestreo en Pallarito, Playas, Sweet Pipe, Mendoza Beach y Puerto Sailro, los investigadores recolectaron alrededor de 22,000 muestras de zooplancton que pertenecían a 11 categorías diferentes, logrando detectar 614 partículas microplásticas, lo que resulta en una densidad media de 5.43 microplásticos por metro cúbico de agua.
El estudio concluyó que el zooplancton, que está compuesto por diminutos organismos como copépodos, moluscos y larvas de apéndice, tiene una función crítica como primer nivel de consumidores en la red trófica marina. «Estos organismos son la base de diversas especies, incluyendo peces, medusas y crustáceos, muchos de los cuales son de interés comercial», comentan los científicos responsables del estudio.
La comunidad de zooplancton que se examinó fue dominada por copépodos (54.66%), seguidos de moluscos (15.17%), quetognatos (10.29%) y salientes (9.35%).
El estudio se realizó en las playas de la comuna Tubará en Atlántico. Foto:Gracias a la amabilidad de N. Rangel
El análisis de la interacción con MPS no fue trivial; se determinó que el porcentaje promedio de partículas microplásticas en cada organismo fue de 0.0086, lo que sugiere una exposición continua y potencialmente dañina.
«Aunque el número pueda parecer bajo, estas partículas se pueden consumir de manera accidental y, por lo tanto, trasladarse a lo largo de la cadena alimentaria», advirtió el investigador Rangel-Buitrago. «Esto implica un riesgo no solo para la vida marina, sino también para la salud de los seres humanos», añadió.
Peso invisible que surge del río Magdalena
Los análisis de las partículas de microplásticos recogidas revelaron que un 93.49% consistía en fibras, seguidas de fragmentos (5.86%) y películas (0.65%). Los colores predominantes encontrados fueron el rojo, negro y azul, y la espectroscopía FTIR validó que se trataban de polímeros como polipropileno, poliéster y algodón, que son comúnmente utilizados en textiles y envases.
Los científicos identifican el Río Magdalena como una de las principales fuentes de este residuo, afirmando que estudios anteriores estiman que puede llevar hasta 16,700 toneladas de plásticos al Mar Caribe anualmente. Las corrientes del río transportan estos desechos hacia áreas de alto valor ecológico y turístico, como las playas de Tubará, que ya enfrentan problemas de erosión costera y carecen de la infraestructura necesaria para la limpieza de desechos.
Los desechos fluyen hacia el río Magdalena desde Barranquilla. Foto:Alcalde de Barranquilla
Ante estos hallazgos alarmantes, los investigadores hacen un llamado urgente para fortalecer los sistemas de monitoreo y establecer políticas públicas integrales. Sugieren un enfoque multidisciplinario que vincule pruebas químicas y biológicas con aspectos físicos para comprender cómo se dispersan estas impurezas, así como su acumulación en organismos y su verdadero impacto ecológico.
«No se puede conservar lo que no se comprende», señala el equipo de investigación. «Este estudio representa un punto de partida crucial para la protección de nuestros ecosistemas costeros y para entender la magnitud de la contaminación plástica en el Mar de Colombia Caribeño», concluyeron.
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