Frente Ucraniano y Comando Rojo – Reporte diario

El poder de fuego y la capacidad de respuesta rápida mostrada por el Comando Rojo en la operación policial y militar que tuvo lugar en Río de Janeiro el pasado 28 de octubre sorprendió y sobre todo demostró que Ucrania es actualmente la mejor escuela para que las organizaciones criminales mejoren su entrenamiento y recursos militares.

De hecho, hoy en día no hay muchos lugares en el planeta donde se pueda aprender a utilizar drones comunes y corrientes, o incluso drones caseros, como herramientas tecnológicas destinadas al uso bélico y con una eficacia letal en sus ataques.

La presencia de mercenarios extranjeros en el frente ucraniano precede al inicio del conflicto abierto contra Rusia que se prolonga desde febrero de 2022. La entrada masiva de armas y municiones procedentes de Estados Unidos y sus socios europeos de la OTAN tuvo su conexión en la creciente participación de milicianos de todo el mundo con una aversión común hacia Rusia.

Pero el colapso sufrido por el ejército ucraniano, especialmente en el último año, ha provocado un agravamiento de las pérdidas de combatientes, ya sea por muerte o por deserción. En consecuencia, el número de mercenarios aumentó y, además de los europeos, la Legión Internacional se reforzó con un mayor número de combatientes de otros continentes y regiones, como América Latina.

Sin datos precisos, se supone que la milicia ucraniana todavía cuenta hoy con numerosos voluntarios de origen latinoamericano, que se movilizan atraídos por un salario que no suele ser el anunciado en la publicidad oficial, o que se sienten tentados por la futura adquisición de la ciudadanía ucraniana, pensando en la posibilidad, por ahora bastante remota, de que este país se una en algún momento a la Unión Europea.

Ya sean excombatientes de las FARC o exmiembros de fuerzas parapoliciales desmovilizadas por el proceso de paz, los soldados de origen colombiano constituyen hoy la mayor minoría latinoamericana en las filas ucranianas, con casi 2.000 combatientes.

Generalmente enviados al frente sin mayor preparación para la guerra, el número de bajas entre los latinoamericanos es bastante alto: sólo entre los milicianos colombianos (prácticamente los únicos con formación militar en la región), se han reportado alrededor de 500 muertes desde que estalló el conflicto abierto hace más de tres años.

El reclutamiento de narcotraficantes brasileños en Ucrania se habría producido, en una primera fase, mediante la mediación de mercenarios colombianos, cuyas organizaciones suelen trabajar en alianzas en sus respectivos países.

Grupos dispersos, tanto del Comando Rojo como de su banda rival, el Primeiro Comando da Capital, han entrado en los campos de batalla ucranianos como ruta de acceso privilegiada no sólo a las armas más modernas enviadas desde las potencias occidentales, sino también como campo de entrenamiento para nuevas tácticas de guerra de alta intensidad.

Se estima que actualmente el número de brasileños que luchan en Ucrania varía entre 200 y 250 mercenarios. Su principal motivación es la formación técnica en el uso de nuevas armas para su posterior uso y explotación en Brasil.

Así, los narcotraficantes se especializan no sólo en el uso de drones, sino también en el uso de lanzagranadas, ametralladoras pesadas e incluso artillería antiaérea. El horizonte de su acción futura reconoce que en Brasil están inmersos en una guerra contra policías y ejércitos, contra los cuales tendrán que apelar a recursos tecnológicos cada vez más avanzados y estrategias de vanguardia.

De hecho, Comando Rojo no fue la primera organización criminal latinoamericana en utilizar drones como recurso militar ofensivo. Se han registrado cientos de ataques con drones en toda la región, y aparentemente los primeros en utilizar herramientas tecnológicas en sus enfrentamientos con las fuerzas del orden han sido los miembros del Cártel Jalisco Nueva Generación, incluso aquellos con experiencia directa en combate en Ucrania.

El regreso de los mercenarios brasileños a sus organizaciones de base, tras su estancia en el frente ucraniano, actúa como una bomba de tiempo: no sólo por la experiencia de la guerra, sino también por los contactos y redes que han podido establecer con otras bandas de narcotraficantes europeas y, más aún, con organizaciones criminales dedicadas al tráfico ilegal de armas, que se han extendido a los masivos recursos militares y exportados. Kiev.

Las conversaciones informales para desactivar el conflicto con Rusia y la perspectiva de una nueva entrada en una fase de posconflicto han intensificado el comercio de armas hacia destinos más alejados del radio europeo, como América Latina.

Los enlaces son varios. En Brasil y otros países de la región, las incautaciones policiales de varias bandas criminales han revelado de todo, desde lanzagranadas propulsadas por cohetes (RPG) hasta sistemas antiaéreos portátiles (MANPADS), pasando por ametralladoras pesadas y rifles de asalto, todos los cuales se utilizaban anteriormente en Ucrania.

En septiembre de 2024, un cabo de la Infantería de Marina fue arrestado por la policía y acusado de operar drones para el Comando Rojo (que anteriormente estaban equipados para lanzar granadas y diversos explosivos), así como de guiar a los traficantes de personas en operaciones de fuga.

Y a principios y mediados de este año, las fuerzas policiales brasileñas incautaron armas antidrones a miembros del Comando Rojo, y en varias ocasiones encontraron un modelo fabricado por la empresa ucraniana Kvertus, concretamente el KVS G-6, un cañón electrónico que interrumpe el control y las señales de vídeo de los drones a una distancia de hasta 6 km. Si bien representantes de la empresa estuvieron en abril en Río de Janeiro para vender sus productos a la policía, lo cierto es que la compra de este tipo de equipamiento militar suele realizarse a través del mercado negro, a lo largo de una extensa ruta con paradas en Europa del Este y Paraguay.

Hoy, prácticamente no hay duda de que el uso de drones se ha convertido en una táctica de gran escala y sin precedentes en Brasil y en América Latina en general, y que señala una escalada del poder del crimen organizado al combinar la innovación tecnológica con las disputas por el control del narcotráfico y, más recientemente, con los enfrentamientos cada vez más frecuentes y violentos con las fuerzas de seguridad.

Finalmente, es una de las muchas consecuencias globales de una guerra lejana, prácticamente descontrolada e interminable, que ha convertido la ofensiva bélica contra Rusia en un laboratorio especializado en la formación de recursos humanos destinados a la delincuencia y la preparación de nuevas redes criminales transnacionales.

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